Cuando hablamos de los grandes retos climáticos, muy a menudo se pone el foco principalmente en la generación de energía más limpia. Pero también hay que hablar de eficiencia y ahorro energético, es decir, de aprovechar la energía de la que disponemos al máximo. De hecho, se considera la eficiencia energética como una fuente de energía en sí misma. Eficiencia y ahorro son dos conceptos que van unidos, pero realmente ¿es lo mismo?
La Unión Europea distingue los conceptos de eficiencia y de ahorro energético: eficiencia es la “relación entre la producción de un rendimiento, servicio, bien o energía, y el gasto de energía”, una relación que se puede mejorar mediante “cambios tecnológicos, de comportamiento y/o económicos” (Directiva 2012/27/UE). El ahorro de energía, en cambio, se refiere a “la cantidad de energía ahorrada, determinada mediante la medición y/o estimación del consumo antes y después de la aplicación de alguna medida de mejora”.
Por su parte, para la Agencia Internacional de Energía (AIE), la eficiencia energética consiste en “utilizar menos energía en la prestación de igual servicio”.
Tanto la AIE como la Comisión Europea y otras entidades públicas y privadas estiman que hasta un 40% de la energía que se usará en el futuro será el resultado de la aplicación de medidas de eficiencia y ahorro. En este sentido, según el Consejo de Europa, en los últimos 15 años “se ha ahorrado casi un tercio de la energía respecto a las previsiones de consumo para 2030 realizadas en 2007” gracias a la aplicación de medidas de eficiencia.
Con todo, no basta sólo con gastar menos energía, sino que, además, ésta debe proceder de fuentes “limpias” y renovables. Todo ello para lograr el objetivo europeo de reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), al menos hasta el 55 % en 2030, y de cero en 2050, según se recoge en el Pacto Verde europeo.